sábado, 22 de agosto de 2009

Bebé - El Indio

Pásalo por Facebook El Indio viajó entre vacíos de agua, voló entre nubes amarillas y rojas, durmió sobre el mar, comió entre los astros, cantó junto a Sol sobre Luna, discutió con hormigas acerca de la labor, bailó entre el tambor y la gaita, lloró junto al pasto por las mañanas y tragó los novísimos rayos por las tardes.
Cuando Madre lo llamó, lustró sus plumas de las mejores lenguas, y anduvo cuarenta años buscando a Madre en el desierto.
En el desierto aprendió a escribir con fuego y a picotear la arena en busca de agua. Las Rocas le hablaron de un dios que vivía encima de sus hermanas. Le enseñaron a temerle durante los días, y en las noches le ilustraron acerca de la otra mejilla.
Se elevó por encima de las Rocas agradecido por haberles entregado sus silencios y planeó hacia el dios de las rocas. Dios le dijo: “Ave de ígneas plumas, tomad mi lengua como cierta, yo soy Él y sólo de mí harás alabanzas y sólo de mi creerás lo que os dicto.” El Indio respondió: “¡Ha de ser mi confusión ancha como el Mar y profunda como el Volcán! Pues que mis guías inaugurales hablan de un sólo Él y que tan sólo de Él beberé, pero mirad que vuestro Reino no es más que tierra seca e infértil… ¿Qué dios es aquél que viva encima de las Rocas?”. Dios respondió: “No dejéis ensombrecer tu Fé por esas que llamas meritorias de enseñarte acerca de un dios que no puedes ver pues yo soy carne y de mí sangran todas las cosas”.
Las alas del Indio convulsionaron en temor ante aquél hombre, quiso llorar más de él tan solo brotó un suspiro vago casi insinuante.
El hombre miró su reflejo en las rocas y peinó las pieles de sus hombros, los sentidos no le fallaban, el era Dios.
El viento contó los quejares del Indio al oído de las Guacamayas. Y entre ellas nació un murmullo que se elevaba entre las más sublimes lenguas y decrecía entre primitivas señas. El viento descansó en sus picos cuando la última de las palabras fue dicha.
Las Guacamayas volaron hacia el Indio, quien desesperado calculaba hacia siete días que decirle al hombre que en su potestad permanecía erecto ante él.
No faltó introducción ni banquete de bienvenida, no hubo saludos ni cortesías, las Guacamayas, picotearon el cuerpo de aquél hombre diminuto.
“Dejad que de Él beba lo que a él le a dado y no te permitas preguntar por lo que hoy ves con desagrado”- Decían las Guacamayas al Indio, entre punciones y fugases astros de sangre brillante.
El Indio cayó en un abismo, recogió sus lágrimas y se sentó en la oscuridad a la luz de una flor incandescente.
Fatigado y dolido, dejó sus alas sobre una llaga abierta entre dos granos de tierra y se echo a dormir sobre una sombra.
Madre lo visitó en un sueño y dijo: “Hijo, mirad mis senos, yacen flácidos bajo tus huellas, tocad la hendidura de mis labios, fríos están por la tristeza de tus brazos, siente mi espalda, colmada está del cansancio de tu cara, contempla mis ojos, apagados están por la intranquilidad de tus pulmones.” El Indio bebió del sexo de Madre y acarició sus cabellos hasta la mañana siguiente.
Luego en pie, en aquella oscuridad, su alma se inflamó de cuestionamientos.
Millones de años pasaron hasta que de él lo abandonó un gélido gas, dando nacimiento a millares de murmuras y cánticos primarios que daban razón a sus preguntas.
Bebé.

sábado, 8 de agosto de 2009

Bebé ...vaina rara.

Pásalo por Facebook Es como tener un gran hueco en la cabeza.
Una rasquiña asquerosa en el sobaco.
Un fastidio increíble contra todo.
Una vista mortificada por el reflejo.
Un olor a fracaso, un sabor a tristeza.
Un cuerpo poco amigable.
El tacto dilatado.
El oído masturbándose con notas metálicas de un piano digital.
No es real, las paredes no son altas, el rincón se recuerda a si mismo que es algo pequeño en un espacio,
Una imagen vivaz del vuelo de ave, la realidad se cierra, se contrae, se diluye.
Ya no importa lo que diga, lo que ahora es no importa más que lo que vuela entre la nada.
Volar ya es parte de la realidad, las alas no me obstaculizan, ya no me pesan.
¿Por qué el cielo es azul? .Esa pregunta me vuelve de vez en cuando para recordarme que no importa que sea azul, aun falta verlo completo. Desde aquí no basta, ya no es real un cielo azul, falta un cielo distinto.
Un sol plateado, una luna azul, las estrellas negras y el cielo nocturno blanco.