lunes, 20 de abril de 2009

Múltiples comienzos - Lala

Pásalo por Facebook Del Encuentro.

Orígenes -

Mi padre me llevó al lugar donde siempre solía contarme historias de la tribu, era el único momento que teníamos juntos, pues él junto a los otros viejos sabios, son quienes protegen y defienden nuestras tierras de invasores, además que es un excelente médico, aunque no el mejor de la Tribu. Tomó asiento en su altar tallado en oro y madera, como siempre lo hacía, y entonces con la más abrumadora de las voces empezó a entonar palabras, era como si todo el recinto se llenara de la redundancia de su voz, y así empezó.
- Querido hijo, está no es ninguna de las historias antiguas que suelo contarte, y vaya como desearía que lo fuera. Los profetas de la tribu predijeron que todo el territorio será invadido por hombres nunca antes vistos en todo el continente venidos de tierras que van más allá de lo que conocemos como mar, y su único objetivo: Muerte, destrucción y oro.-
-Mi cuerpo quedó retumbado en el tiempo al oír las catastróficas palabras de mi padre. La angustia más aniquiladora de las que había llegado a sentir se tomo hasta el último de los rincones de mi cuerpo ¿Más allá del mar? ¿No se suponía que eso era imposible? ¿Y por qué venían a matarnos? ¿No podrían negociar nada más? Eso que creí haber oído, eso de que la paz siempre reinaría en nuestras tierras, ahora se suponía que se destruía pedazo a pedazo como, un pequeño arrastrado por las poderosas corrientes de los ríos, como pez a punto de convertirse en comida para nosotros. Y continuó
- Nuestra única posible salida, nuestra última y pequeña esperanza para salir de esto, querido hijo, es luchar por nuestra vida, vendrán al próximo solsticio y nos superan en número y poder, Hijo mío, el destino que alguna vez en tu vida te dieron a conocer, no es más que una pequeña simple historia, ahora cualquier cosa puede pasar, siempre recuerda confiar en todo lo que este a tu alrededor animales, amigos, flechas y sobre todo en ti mismo.- Su voz quebranto un poco. Mi padre salió del recinto sin decir más nada, siempre presentí que este momento alguna vez llegaría a mi vida, ese momento en el cual toda la paz que creí conocer se convertiría en sangre y soledad.

Al llegar la noche era como si cada segundo que pasaba se convirtiese en un siglo y hasta más, la noche se hizo inmensa, y al parecer no solo para mí, toda la tribu se tornaba aturdida por la más reciente predicción. A la mañana toda la tribu se preparaba, aunque faltaran unos largos 3 meses, los niños y mujeres aprendían estrategias de luchas, y yo creyendo que jamás me tocaría luchar, ¡Ja!- Bufe para mis adentros. Los aventureros y defensores cazaban y buscaban alimento para satisfacer las necesidades de los próximos guerreros, yo no era la excepción, me la pase todo el día entrenando y aprendiendo para hacerme fuerte. Esa noche después de comer a pedazos un jaguar que habían cazado mi padre y sus compañeros de caza, caí en un profundo sueño. Tuve un sueño que al fin y al cabo no pude entender al llegar el amanecer. Soñaba que me encontraba en mitad de la selva, me sentía agitado aún en el sueño, como si hubiera corrido por mucho, y de repente al ver los cielos contemple la más grande de las aves que me pude haber imaginado, esta conocía nuestro lenguaje se comunicaba, y al detallarla mejor pude saber que se trataba de una Guacamaya gigante, no le entendía lo que trataba de decirme, pues era tanta la angustia que no captaba nada, aunque oía una que otra palabra pero no le encontraba un sentido completo, en fin, desperté agitado tal cual me sentía en el sueño, de no ser porque sabía que era un sueño, hubiese gritado muy fuerte.

Ya era de mañana, la tribu se disponía a realizar las mismas actividades que el día anterior y así pasaron los días y noches durante los próximos tres meses nada de descansos, una que otra noche se repetía una y otra vez el mismo sueño, que sueño tan extraño, jamás lo entendí, los videntes se encontraban demasiado ocupados como para estudiar el sueño, predicando a los habitantes sobre sus destinos, la respuesta siempre era la misma… Muerte.
El tiempo que habían predicho los profetas llegaba a su final y el solsticio de verano hacia su aparecer en el nuevo periodo que nos esperaba. Ya con un poco de experiencia me disponía a cazar unos peces en el río, cuando de pronto oí un sonido proveniente del tallo de un árbol de guayaba que se encontraba a unos pocos metros de mi, era el cotorreo de unas guacamayas que se posaban para destrozar una guayaba que recién había caído de las cadenas de su rama. Y entonces lo ví, era un hombre totalmente extraño, no se parecía a ningún nativo proveniente de las tierras del continente, utilizaba un atuendo que le cubría todo el cuerpo, era muy alto y al parecer fuerte, portaba una especie de lanza cubierta de metal en casi toda su superficie, supuse que era su arma, dijo algo hacia las guacamayas, no lo pude entender, su lengua era de lo más extraña, como el idioma de los dioses. Al parecer no me había visto, las guacamayas se posaron donde se encontraba en invasor y luego hacia mí, el invasor aun así no se percato de mi presencia, recordé entonces una historia que me contó mi padre donde relataba que las guacamayas al no saber la lengua ni el olor de alguien que las rodea, estas huyen sin más prejuicio, era como algo sagrado y sabio de ellas. Al acercarse a mí una de ellas tomo una hoja y recogió agua del rio para rociármela. Entonces de alguna extraña y mágica manera las comprendí, me dijeron:
- Hombre sabio, alejad aquél destructor que por la severidad de su dictamen, vigilamos sus intenciones, y os prometemos La Humildad de la Guayaba y la Timidez de las Hojas
Aturdido y confuso solo se me ocurrió responderles:
- Majestuosas profesas, dicho el hombre su decisión por tomar de ustedes el último aliento, ha tomado su arco de timbre y ha brotado un brillo de maldad en sus ojos. De él depende mi gente, mi pueblo.
- Sabed, hermano, que Él te ha dado la Razón y el Medio y que sólo a Él compartirás de tu agua.
Supe entonces que este invasor que estaba cerca de mi sólo cuidaba que nadie de la tribu escapase, pues los otros, ya la habían encontrado, y con esto robado, masacrado, asesinado y destrozado. Entonces les dije
- Quisiera yo no temer a mi patrono, más de mi depende...
Respondieron. - Nos compadecemos de ti hermano, el asaltante ha robado de ti tu instinto y no eres más que una cascarilla temblorosa.
- Perdonad mi temor, más aquél ha arrancado todo lo mío. Las guacamayas al oír estas últimas palabras. Se acercaron y me dijeron con toda la sutileza posible
- Sabed hijo de esta selva, que Él ha contado cada racimo de plátano que se te ha sido arrebatado y por cada flor de yuca que te ha robado recibirás siete veces de Su misericordia.
Recordé las palabras de mi padre “Ahora en tu destino cualquier cosa puede pasar” y ahora lo entendía, mi destino se convirtió entonces en ser el único sobreviviente de mi tribu y volar y pasar los años cuidando y protegiendo a estas hermosas aves. De repente una nueva sensación nació en mi, era como si ahora tuviera alas y pudiese volar, voltee la mirada hacia las aves rojas que ahora me observaban en espera de una respuesta a la nueva sensación en mis adentros, entonces así fue, un coraje sin remordimientos me lleno de todo y volé junto a ellas, ahora invisible al parecer, y me uní a ellas.

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